Una de las cosas que más me gustan es hacer fotos, no por nada en especial, pero, siempre he creído en el dicho de que una imágen vale má que mil palabras.
Nunca he tenido una cámara profesional, ni tampoco me ha hecho falta, tan solo es necesario captar el momento adecuado.
Una foto no es solo una imágen para el recuerdo, es un trozo de tiempo y espacio, que, mágicamente, se queda congelada en un intento de permanecer y mostrar una realidad no palpable.
Puedes fotografiar miles de cosas, pero en mi opinión nada como el cielo.
Nada es comparable a los asombrosos retazos de tiempo que puedes encontrar en el cielo:
Un arcoiris, una nube que, pícaramente te hace un guiño mostrandote algo que solo existe en tu imaginación,un atardecer en una playa, un rayo, un cielo estrellado, una luna llena que te hace recordar tiempos en los que todavía había héroes de verdad y amores en los que creer... Un universo diferente y que, parece estar tan cerca y que sin embargo no podemos tocar.
Otro de mis amores es el mar, omnipresente en este archipielago y que algún día me sorprenderé echando de menos.
El mar tiene alma, está vivo... de verdad.
Las olas, las criaturas que habitan en él y que, a veces, por cabriolas del destino, posan solo para ti hacen de él un escenario realmente único para una imágen.
Cuando se junta todo es, como si por un momento, todo fuese perfecto, no hay nada, solo tu, la cámara de fotos y ese encuadre perfecto que se ve en ese pequeño agujerito que tiene la cámara en la espalda como si de una ventana a otro mundo se tratase.
Pero las cámaras no solo sirven como cazadoras de cuadros, también son los unicos objetos capaces de captar emociones, e incluso de generarlos.
Alegria, tristeza, ira, amor... ningun sentimiento ha pidido quedar oculto en una buena fotografía,y... ¿quien no ha sentido todo un abanico de emociones al ver una determinada foto?.
De verdad que es algo increible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario